Uno de tantos términos derivados de etiquetas autoimpuestas, a veces con tintes peyorativos, esconde lo que para muchos es su verdadera religión. 
 
Aspiro a convertirme en una figura de apoyo del Art brut. Cualquier composición artística, sin importar la formación académica o corrientes críticas, no debería ofrecer rechazo o discriminación por el criterio sesgado de unos pocos.
 
Nos da miedo todo aquel que tiene algo que decir y sabe cómo usarlo. Nos refugiamos en la denuncia del "intrusismo laboral" porque hemos hecho de la enseñanza reglada un gueto de códigos con invitación. Nos da rabia admitir que los hay mejores, más sensibles, más seguros de lo que tienen que ofrecer, más valientes y, por ende, menos obedientes.
 
Que sea la última vez que meten su tono despectivo al nombrarte, artisteo. Porque de otro modo estaremos oliendo de lejos su miedo, y no volveremos a sentirnos nunca más ofendidos, sino orgullosos de tener un dios llamado arte, que no es de nadie, porque cada uno lleva el suyo dentro.
 
[730€: ¿Puedes leer el mensaje en el precio? Pista: Cada uno lleva el suyo dentro].